Otra remontada más a los años 50 del siglo pasado, época que sigue presente en quienes formamos parte de esta década, siendo nosotros, los chiguitos de entonces, hoy con algunos años más, prácticamente lo único que aún permanece, pues la forma de vida actual en el pueblo ya no se parece en nada a la que quedó atrás, tanto es así que ni la moneda es la misma.
Que el título sea Agosto I implica que habrá un Agosto II y en caso de necesidad, un Agosto III.
Agosto y Navidad eran las épocas del año de más trascendencia para nosotros, los chiguitos y para el devenir del pueblo en general. Ambas cubrían lo fundamental, material y espiritualmente hablando, de nuestra existencia. El pueblo, en este caso mi pueblo, Báscones de Ojeda, partido judicial de Saldaña, provincia de Palencia, en Castilla la Vieja (hoy Comunidad Autónoma de Castilla y León) centraba en el verano, en agosto, su supervivencia. Agosto era el mes de la cosecha: segar, acarrear, trillar, beldar y meter la paja. Si el año había sido bueno y la venta de cereales era propicia, ayudados luego por las patatas y finalizando el año por la matanza del cerdo, podíamos esperar llegar al siguiente verano con las justas para iniciar de nuevo el ciclo de la supervivencia.
Para nosotros, los chiguitos, la Navidad (el aguinaldo, día 25 de diciembre, y Reyes, 6 de enero) era más atractiva que agosto, que si bien contaba con dos fiestas capitales (Nuestra Señora y San Bartolo, con un San Roque presente, los días 15, 24-25 y 16 respectivamente) estábamos abocados de lleno a la cosecha, sin excluir el trabajo de apoyo en los patatales que exigían también atención permanente en el verano, con labores como hacer el surco, ensayar (arrancar hierbas, principalmente conegildos1), sulfatar para matar escarabajos y regar, regar mucho, riego que en agosto podía ser cada 4 o 5 días.
Nuestra tarea en el verano se centraba totalmente en la cosecha de los cereales. La cosecha era de tal importancia que los domingos se podía trabajar (autorización reservada al obispo de la diócesis, que era quien establecía el periodo de duración de los domingos laborables, domingos en los que no se podía realizar otros trabajo del campo, pues el permiso era solo para el trabajo de los cereales).
Cuando íbamos a acarrear, el que acompañáramos a los padres dependía de la hora, actividad en la que la madre purría2, el padre recogía la mies desde el carro y los chiguitos, una vez purrida cada morena3, recogíamos con el rastro (rastrillo4) las cañas que quedaban en el suelo. Descargado el carro en la era, ayudábamos a esparcir la mies, y luego a trillar: nos subíamos al trillo5, tirado por una pareja de vacas o un caballo, para dirigir a las vacas dando vueltas y vueltas durante todo el día, para recortar las cañas y desgranar las espigas, volteando la parva6 con horcas de dos y cuatro ganchos, y con el rastro o pala de madera. Se cerraba el día aparvando7. Posteriormente se beldaba8. La última tarea del verano era la metida de la paja en el pajar. En esta última actividad nuestra tarea consistía en subirnos al carro (generalmente los chiguitos) y calcar la paja para que entrara más en cada carrada.
Esta monotonía veraniega (segar, acarrear, trillar, beldar y meter la paja) podía verse interrumpida por la lluvia, situación que a los padres incomodaba en gran manera pero que, por lo general, a los chiguitos nos encantaba. En cuanto aparecía un nubarrón y amenazaba con abrir sus compuertas empezaban los gritos y las prisas por amontonar la parva (uno o varios montones) para evitar que se mojara toda la paja (la paja debe estar bien seca para poder trillar). Si llovía (esto ocurría una o más veces durante el verano) podía darse por perdido el día, algunas veces algo más. Para los chiguitos la lluvia era una aventura: ayudábamos en la tarea, nos mojábamos un poco y luego nos metíamos en la caseta, esperando que lloviera bastante para que al menos un día nos saltáramos el trillo.
Este era nuestro verano, verano que aprovechaba nuestras vacaciones, para dedicarnos enteramente a las tareas anejas a la cosecha.
Hoy día, las máquinas cosechadoras han echado a perder este largo proceso laboral, ya que ellas siegan, trillan y separan la paja del grano, empacando la paja y metiendo en sacos el grano.
El trillo y el resto de herramientas veraniegas han dejado el trabajo y se han ido a descansar y exhibirse en museos rurales. ¿Bienvenido el progreso? No a todos se puede contentar.
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Notas al pie:
1# Conegildos: esta palabra no figura en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) ni en el Nuevo Vocabulario Palentino (NVP), pero en mi pueblo se sigue usando porque los conegildos siguen apareciendo en los sembríos de patatas y hay que arrancarlos. Se trata, pues, de una palabra fuerte y con derecho a subsistir a pesar de su ausencia en los libros oficiales de palabrería.
# Purrir o apurrir: 1. tr. Ast. y Cantb. alargar (alcanzar algo y darlo a alguien). (DLE)
3# Morena: 1. f. Montón de mieses apiladas en el rastrojo o en la era. (DLE)
4# Rastro (rastrillo): 1. m. Instrumento compuesto de un mango largo y delgado cruzado en uno de sus extremos por un travesaño armado de púas a manera de dientes, y que sirve para recoger hierba, paja, broza, etc. (DLE).
5# Trillo: plataforma hecha de madera, curvada en su parte anterior, que tiene en su base incrustados trozos de pedernal que por acción de la tracción y del peso trituran las mieses en la era. (DLE)
6# Parva: 3. f. Mies tendida en la era para trillarla, o después de trillada, antes de separar el grano. (DLE).
7# Aparvar: 2. tr. Recoger en un montón la mies trillada. (DLE).
8# Beldar: aventar con el bieldo o con la beldadora el parvazo para separar el grano de la paja. (Esta palabra no figura en el DLE, pero sí se registra en el «Nuevo Vocabulario Palentino» (F. Roberto Gordaliza Aparicio).
Una respuesta a “Agosto I”
[…] en el banquillo, pero en este caso no en el de los acusados, más bien en el de los reporteros. Agosto I fue dedicado al verano, a la cosecha en primer lugar y a la patata en segundo, los dos pilares de […]